¿Cada cuánto se cambia el cepillo de dientes para evitar las bacterias?
Además de conocer la técnica para conseguir una buena higiene oral, es fundamental saber cada cuánto hay que cambiar el cepillo de dientes.


Que el cepillo es el elemento más relevante en nuestra higiene bucodental diaria es algo que nadie pone en duda.
Sabemos que, ya sea manual o eléctrico, su uso aporta muchos beneficios, pues nos ayuda a eliminar los restos de alimentos y bebidas que ingerimos.
Precisamente por esto, es importante saber cada cuándo se cambia el cepillo de dientes, pues acumula todas las bacterias que retiramos de nuestra boca.
Índice de contenidos
¿Por qué tengo que cambiar mi cepillo de dientes?
El cepillo posibilita la limpieza de nuestros dientes y encías, impidiendo el desarrollo de gérmenes y bacterias.
Estos agentes, a veces patógenos, pasan directamente a las cerdas del cepillo que, posteriormente, vuelve a tu boca.
Dicho pensamiento no resulta demasiado agradable, pero precisamente por este acúmulo continuo de bacterias, es necesario cambiarlo.
¿Cada cuanto se cambia el cepillo de dientes?
Pero, ¿cada cuánto hay que cambiar el cepillo de dientes? Los dentistas recomendamos hacerlo cada 3 meses.
Se trata del plazo máximo que debería durarte un cepillo para mantenerlo en buen estado.
Sin embargo, debes desecharlo antes si observas que sus cerdas comienzan a abrirse o a desgastarse.
Esto puede suceder si, durante el cepillado, ejercemos excesiva presión o fuerza.
Es importante detectar esta práctica, en caso de que la hagamos, pues no solo afecta al cepillo sino también a las encías.
La excesiva presión de las cerdas en ellas puede provocar su recesión, con los problemas funcionales y estéticos que conlleva.
¿Cómo se desarrollan las bacterias en mi cepillo?
Tal como hemos comentado al principio, las bacterias llegan al cepillo simplemente por estar en contacto con microorganismos presentes en el interior de la cavidad bucal.
Es inevitable que muchos se adhieran a los filamentos del cepillo, dando lugar a una mayor cantidad de agentes bacterianos y de gérmenes si no le ponemos remedio.
Además, la mayoría de personas guardamos el cepillo en el baño, algo que parece lógico pues es en esa estancia donde llevamos a cabo la higiene bucodental diaria.
No obstante, y aunque mucha gente no repare en ello, el baño es muy vulnerable a la proliferación de bacterias, y no solo porque esté ocupado por el inodoro.
Es una zona sometida a grandes cambios de temperatura y a mucha humedad.
Si, además, tenemos en cuenta que la forma más frecuente de almacenar el cepillo de dientes es en el interior de un vaso junto con otros, obtenemos un ecosistema óptimo para el desarrollo y la propagación de los microorganismos.
Por todo ello, podemos decir que del lugar y la forma en la que se guarda el cepillo depende, en gran medida, la cantidad de gérmenes y bacterias que hay en sus cerdas.
Cambia tu cepillo de dientes cada 3 meses como máximo, pero antes si observas que sus cerdas están abiertas o desgastadas
Tipos de bacterias
Determinados virus se diseminan con mayor facilidad a través de los cepillos dentales.
Por tanto, no es de extrañar que se produzca el contagio por esta vía de determinadas enfermedades y bacterias.
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Gripe
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E. coli: se trata de una bacteria que causa problemas gástricos e intestinales
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Estreptococos: puedes producir infección de garganta
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Estafilococos: generan infecciones en la piel
Entonces, ¿cómo guardo mi cepillo de dientes?
Ahora que ya sabes cada cuánto hay que cambiar el cepillo de dientes y las bacterias a las que está expuesto continuamente, queremos darte ciertas pautas para evitarlas.
Es cierto que resulta muy difícil conseguir la completa ausencia de microorganismos en el cepillo, pero sí es posible reducir su presencia todo lo posible.
Así, estos agentes dañinos no pasarán de nuevo a nuestra boca, causando las enfermedades a las que hemos aludido en el apartado anterior.
Lávate las manos antes de lavarte los dientes
Antes de tocar el cepillo, límpiate bien con agua tibia y jabón.
Así, evitarás que los microorganismos de las manos se transporten al cepillo.
Enjuaga el cepillo después de usarlo
Es posible que ya tengas interiorizado este hábito, pues es una forma eficaz de limpiar los filamentos de restos de pasta de dientes.
Pero también es muy útil para eliminar los alimentos que hayan podido quedar atrapados entre las cerdas.
Asegúrate de que el cepillo queda limpio frotando un poco con los dedos.
Merece la pena que te pares a limpiar a conciencia tu cepillo de dientes y así evites la proliferación de bacterias en tu boca.
Deja que las cerdas se sequen
Conviene que almacenes tu cepillo de forma vertical, con los filamentos mirando hacia arriba y que no las tapes con el capuchón hasta que no se hayan secado.
Esto es fácilmente aplicable a los cepillos de dientes que tenemos en la oficina o los que usamos durante un viaje.
Recuerda que un ambiente húmedo y cerrado estimula el crecimiento bacteriano.
Separa tu cepillo del resto de cepillos y no lo compartas
Los filamentos de diferentes cepillos no deben entrar en contacto, pues las bacterias presentes en ellos pueden pasar a otros.
Además, no olvides que compartir el cepillo puede ser muy perjudicial. Por eso, debe ser personal e intransferible.
Usa un enjuague bucal
Para que tu cepillo esté el mayor tiempo posible libre de microorganismos, resulta muy beneficioso que, al menos una vez a la semana, lo sumerjas en un colutorio antibacteriano.
Del mismo modo, puedes optar por utilizar una pastilla disolvente para limpiar prótesis, aunque esto puedes hacerlo cada 15 días.
¿Has tenido una enfermedad?
Si has tenido alguna enfermedad de fácil contagio, como una gripe, tu cepillo tendrá bacterias que pueden causarte la recidiva una vez te hayas recuperado.
Por eso, conviene que lo cambies una vez hayas superado la salud, aunque no hayan transcurrido 3 meses ni las cerdas estén desgastadas.
Como ves, estos consejos son muy sencillos de llevar a cabo y únicamente te aportarán beneficios.
No solo es importante ser consciente de cada cuánto hay que cambiar el cepillo de dientes, sino de cómo guardarlo y limpiarlo.
Así, podrás prevenir la multiplicación de bacterias y diferentes afecciones bucales, como las caries o las enfermedades periodontales.
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